jueves, 30 de abril de 2009

Pedro de la Torre. Fue, en Madrid. Maestro de obras en el siglo XVII.

Sabemos que muere en 1677. 

Maestro de Obras y escultor. 

Proviene de una familia de artistas y escultores, muy relacionados con la elaboración de retablos barrocos. 

Pedro de la Torre se formó como ensamblador y escultor en el seno familiar y completó su formación en arquitectura a través del estudio de los tratadistas italianos y de los arquitectos postherrerianos de la corte. Su obra se encuadra principalmente en la realización de retablos y su estilo fue evolucionando desde el manierismo hacia el barroco. 

En Madrid destacan:- Realiza el retablo mayor para la iglesia del Convento de Nuestra Señora de las Maravillas, en la calle de la Palma (entorno a 1624).- Realiza el retablo mayor de la iglesia del Hospital del Buen Suceso, que estuvo ubicado en la Puerta del Sol (1637).- Proyecta la capilla de San Isidro (1641). -Realiza el retablo de la iglesia parroquial de Santiago, en la plaza de Santiago (1642).- Realiza el retablo de San Eloy en la iglesia de El Salvador, que estuvo en la calle Mayor frente a la Plaza de la Villa.- Proyecta y construye el túmulo funerario para honrar la muerte del príncipe Baltasar Carlos (1646).- Proyecta la capilla de Santo Domingo Soriano en la iglesia del Convento de Santo Tomás, que estuvo ubicado en la calle de Atocha (anterior a 1658).- Proyecta y construye en el Convento de Santo Domingo el Real el túmulo funerario para honrar la muerte del rey don Pedro (1659). 

Fuera de la ciudad realizó los retablos de la iglesia parroquial de Pinto (Madrid), el de la iglesia de Nuestra Señora de Tolosa (Guipúzcoa), el de la iglesia de Nuestra Señora de Begoña (Bilbao) y el de la ermita de Nuestra Señora de la Fuencisla (Segovia).

Beltrán de la Cueva - Señor del Barranco por obra y gracia de Enrique IV

Esta entrada se debe a la aportación de José Luis Martín Tejero, asi como la dedicada al castillo de Mombeltrán. Agradecerle estas aportaciones y las futuras, si él quiere.
Don Beltrán de la Cueva, primero de nombre, hijo de D. Diego Fernández de la Cueva, Señor de esta casa de Úbeda, Vizconde de Huelma, Caballero de la Orden de Santiago, Alcalde de Úbeda y de Alcalá la Real, Corregidor de Cartagena y de Dña. Maria Alonso de Mercado, fue mayordomo mayor y privado de Enrique IV, Gran Maestre de la Orden de Santiago (1462-1464), creado por aquel rey, Conde de Ledesma en 1462, Duque de Alburquerque en Badajoz, Conde de Huelma, Señor de las villas de Cuellar, Roa, Mombeltrán, La Adrada, Torre-Galindo, La Codosera, Molina, Atienza, La Peña de Alcázar, etc. Murió el 1 de noviembre de 1492, sepultado en el Monasterio de San Francisco de Cuellar. Casó primero con Dña. Mencía de Mendoza y Luna, hija de Duque del Infantado, segundo, con Dña. Mencia Enríquez de Toledo, hija del primer Duque de Alba, la cual murió sin posteridad; tercero, con Dña. Maria de Velasco, hija del Condestable, II Conde de Haro; después de viuda fue conocida con el titulo de Duquesa de Roa.

Enrique IV, un monarca inseguro y excesivamente controlado por Juan Pacheco (Marqués de Villena), se trae a la Corte a un joven hidalgo de Úbeda, y decide promocionarlo para contrarrestar la enorme influencia que aquel ejercía sobre su persona. De esta forma el rey, a fin de zafarse de la tutela de Pacheco, saca de la nada a D. Beltrán, lo hace su mayordomo y, a partir de 1462, lo eleva a puestos de responsabilidad política de la Corte para asesorarle en la toma de decisiones gubernamentales. No contento aún con estas prebendas, Enrique IV decide hacerlo señor de vasallos y le concede la villa de Ledesma con el titulo condal.El monarca que tenia confianza absoluta en el personaje, pensaba a su vez que la lealtad del que así era favorecido le sería de gran utilidad para gobernar el reino, sin estar sometido al condicionamiento continuo que le imponía su anterior privado, Juan Pacheco. La carrera al poder tan rápida de D. Beltrán iba a suscitar envidias y grandes recelos entre aquellos que hasta el momento habían detentado el poder por su cercanía al monarca, y también entre algunos nobles descontentos. La situación llego al límite cuando en 1464 el rey consiguió para su “bien amado” D. Beltrán el maestrazgo de la Orden de Santiago que le daba un poder militar y económico de primera magnitud en Castilla. Un maestrazgo, por otra parte, que correspondía al infante D. Alfonso, hermano del monarca, de acuerdo con la última voluntad expresada en el testamento de su padre, Juan II. D. Beltrán conocía muy bien esta orden pues en ese momento era comendador de Ucles, y no es de extrañar que pidiese en más de una ocasión al rey la concesión del maestrazgo. El rey justificaba la concesión en que carecía de tiempo para administrar y regir la orden porque estaba ocupado en la gobernación del reino. El rencor de una parte de la nobleza, aglutinada por el gran enemigo de D. Beltrán, Juan Pacheco, que no le perdonaba haberle desplazado de la confianza y el favor del monarca y, sobre todo, la concesión del maestrazgo de Santiago que Villena ambicionaba desde hacia muchos años, arruinaría la carrera política de aquel al cual el arzobispo de Toledo, Carrillo, llamaba un advenedizo. Esa aristocracia rebelde lograría que Enrique IV obligara de mala gana a D. Beltrán a renunciar al maestrazgo y a desterrarle de la Corte. Así pues, a partir de este momento, finales de 1464 y comienzos de 1465, se acabarán las expectativas políticas de D. Beltrán aunque el monarca le compensaría con creces y de manera exagerada por esa renuncia, hasta el extremo de convertirle en uno de los grandes señores del reino.

El propio D. Beltrán con su conducta y su torpeza es posible que complicara aún más su situación. En concreto su extrema ambición, al solicitar una y otra vez al monarca y de forma rápida que le concediese no solo señoríos, sino también una prebenda de tan altísimo valor como era el maestrazgo de Santiago que tantas ambiciones suscitaba. Esta ambición contribuyó a su caída, aunque también es verdad que el monarca no le abandonaría nunca y que le otorgaría mercedes y prebendas hasta seis meses antes de su muerte. Desde 1464 a 1466, años en los que fue rápidamente encumbrado, D. Beltrán concentró en su persona los odios más feroces. Se le acuso de todo, pero muy especialmente de sostener amores con la reina Dña. Juana, segunda esposa de Enrique IV, e incluso de mantener relaciones de carácter homosexual con el propio monarca. Sexualidad desbocada, arribista, advenedizo, hombre violento, ambicioso sin escrúpulos y sin limites, altanero, presuntuoso y perverso, eran los adjetivos más frecuentes con los que sus numerosos enemigos trataban de difamarlo para provocar su ruina. He aquí en pocas palabras, la opinión que sus contemporáneos tenían sobre D. Beltrán.
D. Beltrán de la Cueva pertenecía a un linaje de caballeros asentados en Úbeda desde finales del siglo VIII. En los primeros años del reinado de Juan II (padre de Enrique IV) vivía en Úbeda un oscuro campesino llamado Gil Ruiz, dedicado a la guarda de ganado y que, enriquecido en el servicio de D. Enrique de Guzmán, maestre de Calatrava, aspiro a mayor opulencia con aquellos cultivos que prometían más pingüe producto y más seguros resultados. De tal modo favoreció la fortuna sus esfuerzos, que pudo ya comprar tierras, tener colonos y dar cada día más ensanche a sus negocios, permitiéndole luego el aumento de sus riquezas adquirir un predio rústico llamado la Cueva. De aquí tomo su apellido su hijo y heredero Diego, joven valiente y de belicoso carácter que prefiriendo la milicia a las ocupaciones de su padre, puso su gloria en tener caballos excelentes, en el ejercicio de las armas y en poseer todo lo a él concernientes.
De su unión con doña Maria Alonso de Mercado nació D. Beltrán. Nada sabemos de D. Beltrán, ni como fue su educación, ni siquiera el año exacto de su nacimiento (algunas fuentes lo datan en 1443), y realmente es poco lo que se sabe acerca de sus primeros años en la Corte, salvo que era paje de lanza de Enrique IV y que le acompañaría en todos sus desplazamientos formando parte del círculo más intimo de sus servidores. Un viaje realizado por Enrique IV a Andalucía decidiría el futuro de D. Beltrán. Al parecer, el rey pernoctó en Úbeda en la primavera de 1456, y fue tan generosamente agasajado por D. Diego Fernández de la Cueva que el monarca quiso de alguna manera agradecérselo llevando consigo a su segundo hijo, Beltrán, en calidad de paje de lanza.Es a partir de los años 1459-1460 cuando Enrique IV comienza a promocionarlo. Primero le nombró mayordomo y poso después le daría el señorío sobre la villa de Jimena de la Frontera. El rápido ascenso de D. Beltrán, estuvo mediatizado por la determinación de Enrique IV de encontrar hombres nuevos, más leales a su persona.
En 1462, el mismo año que nacía Juana la Beltraneja el rey le concedía la importante villa de Ledesma con el titulo de conde. No solo le promociona a conde, sino que además consigue del marques de Santillana la entrega de su hija Mencia de Mendoza para casarla con su favorito Beltrán. De esta manera el joven D. Beltrán consigue emparentar nada menos que los Mendoza, una de las familias más poderosas del reino. Este matrimonio se producía poco antes de recibir el condado de Ledesma, y es posible que el monarca le quisiese enaltecer con este titulo y el señorío sobre esta villa para que no desentonase demasiado con el linaje de su futura esposa Dña. Mencia. El rey en persona se presentó, en 1462, con la reina y toda la corte en Guadalajara para honrar a D. Beltrán en su casamiento. El matrimonio, sin embargo, no gusto nada a los enemigos de D. Beltrán, sobre todo al más poderoso, Juan Pacheco, al cual le preocupaba cada vez más que el joven conde de Ledesma se estaba convirtiendo a toda prisa en el favorito del rey.

En septiembre de 1461, el rey le concedía una villa situada en el abulense valle del Tiétar, el Colmenar (hoy Mombeltrán) que había sido previamente confiscada a la viuda de D. Álvaro de Luna. La donación del Colmenar a D. Beltrán, justificada por Enrique IV a causa de la revuelta de Dña. Juana Pimentel (viuda de D. Álvaro), se hacia por juro de heredad, a pesar de que el propio monarca en el documento de concesión preveía la posibilidad de que la familia de D. Álvaro, protegida por lo demás por poderosas familias nobiliarias como los Mendoza ó los Pimentel, pudiese ser perdonada en el futuro y en consecuencia ser restituida en lo que ahora se le despojaba. El monarca se reservaba para la Corona las alcabalas de la villa pero no las tercias, valoradas en 25.000 maravedíes, que también las concedía a D. Beltrán por otro documento fechado el mismo día de la donación. La Villa se vio obligada a aceptar al nuevo señor como había hecho antes con otros que le habían precedido. Ahora, sin embargo, el cambio de titularidad el señorío implico también una novedad añadida: el cambio de denominación del Colmenar por Mombeltrán.En efecto, un año después de la concesión, el 30 de diciembre de 1462, Enrique IV, a petición del concejo de esa localidad, en un gesto supremo de consideración y afecto hacia su favorito, decide darle el propio nombre de este último a la villa, que a partir de ahora en su homenaje comenzará a llamarse Mombeltrán. Es dudoso, desde luego, que el concejo de Colmenar solicitase al rey el cambio de nombre, mas bien parece que se trata de una decisión muy personal de éste para honrar a D. Beltrán.

Con el titulo de conde de Ledesma y el matrimonio con la hija del marques, comienzan los años dorados de D. Beltrán en la corte. De paje de lanza sin fortuna a ser noble de primera fila, señor de vasallos y yerno de uno de los hombres más ricos de Castilla. D. Beltrán forma parte ya del círculo de personas que ejercían el poder en Castilla. Enrique IV confía plenamente en él. Fue entonces, cuando empezaba a saborear las mieles del éxito y comenzaba a tocar poder, cuando también comenzaron a salirle enemigos por todas partes, que al final, tras ímprobos esfuerzos, terminarían por apartarle de la corte.

La situación fue deteriorándose poco a poco. En mayo de 1464, el arzobispo Carrillo, Girón y el marques de Villena firmaron una liga a la que se sumaron bien pronto otros muchos nobles. Con el pretexto de defender al infante D. Alfonso, los firmantes de ese pacto trataban de impedir que el monarca entregase el maestrazgo de Santiago a su favorito. Incluso intentaron apoderarse de la persona del rey. En las vistas de Cabezón, aldea próxima a Cigales, la nobleza impuso al monarca el destierro de la Corte de D. Beltrán y su destitución como maestre de Santiago. El flamante maestre tuvo que renunciar a su dignidad a petición del rey, pero a cambio, se convertía por esa misma renuncia en uno de los grandes señores de Castilla, ya que recibía las siguientes villas: Roa, Molina, Atienza, Aranda, Torregalindo, Alburquerque y el castillo de Anguix con todas sus fortalezas, rentas y jurisdicciones y con el titulo de duque de Alburquerque.
En efecto, un año después de la concesión, el 30 de diciembre de 1462, Enrique IV, a petición del concejo de esa localidad, en un gesto supremo de consideración y afecto hacia su favorito, decide darle el propio nombre de este último a la villa, que a partir de ahora en su homenaje comenzará a llamarse Mombeltrán. Es dudoso, desde luego, que el concejo de Colmenar solicitase al rey el cambio de nombre, mas bien parece que se trata de una decisión muy personal de éste para honrar a D. Beltrán. Con el titulo de conde de Ledesma y el matrimonio con la hija del marques, comienzan los años dorados de D. Beltrán en la corte. De paje de lanza sin fortuna a ser noble de primera fila, señor de vasallos y yerno de uno de los hombres más ricos de Castilla. D. Beltrán forma parte ya del círculo de personas que ejercían el poder en Castilla. Enrique IV confía plenamente en él. Fue entonces, cuando empezaba a saborear las mieles del éxito y comenzaba a tocar poder, cuando también comenzaron a salirle enemigos por todas partes, que al final, tras ímprobos esfuerzos, terminarían por apartarle de la corte. La situación fue deteriorándose poco a poco. En mayo de 1464, el arzobispo Carrillo, Girón y el marques de Villena firmaron una liga a la que se sumaron bien pronto otros muchos nobles. Con el pretexto de defender al infante D. Alfonso, los firmantes de ese pacto trataban de impedir que el monarca entregase el maestrazgo de Santiago a su favorito. Incluso intentaron apoderarse de la persona del rey. En las vistas de Cabezón, aldea próxima a Cigales, la nobleza impuso al monarca el destierro de la Corte de D. Beltrán y su destitución como maestre de Santiago. El flamante maestre tuvo que renunciar a su dignidad a petición del rey, pero a cambio, se convertía por esa misma renuncia en uno de los grandes señores de Castilla, ya que recibía las siguientes villas: Roa, Molina, Atienza, Aranda, Torregalindo, Alburquerque y el castillo de Anguix con todas sus fortalezas, rentas y jurisdicciones y con el titulo de duque de Alburquerque.
Así, en este año, atendiendo a la petición de su favorito, el rey cambio el lugar en el que se realizaba el pago del servicio y montazgo de los ganados del reino, que era RamaCastañas por el de Arroyo Castaños. A partir de entonces, y por imposición regia, los derechos que a la corona deberían pagar todos los ganados que por la cañada leonesa se dirigieran a los pastos del Guadiana tendrían que hacerlo por el nuevo servicio y montazgo, que esta situado en la misma cañada pero en tierra y término de Mombeltrán, mientras que el anterior se encontraba en el término de Arenas de San Pedro. Esta decisión beneficiaba de manera extraordinaria a D. Beltrán, ya que los ingresos que recibiría a causa del traslado iban a ser considerables. Desde luego a quien iba a perjudicar era al concejo de Arenas, y de paso a la viuda de D. Alvaro de Luna y a su hija Maria. Es muy probable que por estas fechas comenzase la construcción de la fortaleza de la villa de Mombeltrán y casi con toda seguridad sobre restos de alguna torre fortificada, pues ya en tiempos de Enrique III es descrita la misma por sus cronistas en sus itinerarios.

En Diciembre de 1974, no sin antes concederle una última merced: el titulo de conde Huelma, muere Enrique IV. La muerte del monarca significaba una gran perdida para D. Beltrán de la Cueva. Desaparecía su gran patrono que a fines de los años cincuenta del siglo XV le había sacado de una ciudad jienense para convertirlo en uno de los señores más influyentes del reino de Castilla, emparentado por vía matrimonial por poderosas familias como los Mendoza ó los duques de Alba. (recordar que en 1476 D. Beltrán, después de la muerte de su esposa Dña.Mencia, contrajo matrimonio con la hija del duque de Alba). Así pues, resultaba perfectamente explicable el temor ante la posible desaparición de su patrimonio, una vez muerto el monarca.

Además, y por si fuera poco, se veía en la disyuntiva de tener que tomar partido entre aquella fracción de la nobleza que apoyaba a Juana la Beltraneja y aquella otra que seguía a Isabel y Fernando. En un principio la actitud de D. Beltrán fue un tanto ambigua; pronto sin embargo, comenzó a decantarse hacia los Reyes Católicos, probablemente por la presión que sobre él venían ejerciendo sus parientes, los Mendoza. Desde luego, nada más fallecer el rey acudió a Segovia para jurar a la princesa como reina. La pareja real, por su parte, también trató de atraerlo a su lado, pues, al fin y al cabo, D. Beltrán era uno de los grandes señores de Castilla. Decidieron por tanto incorporarle a su bando, y para ello accedieron gustosos a su petición de confirmarle en la posesión de todas sus villas y lugares que Enrique IV le había concedido. Aseguradas su vida y hacienda, el duque se sumo a la causa de Isabel y Fernando. Finalizada la guerra de Sucesión, y una vez asegurados sus dominios, D. Beltrán ya no tenía de que preocuparse. Podría ejercer plenamente la jurisdicción sobre sus villas y lugares.Viudo, ya por dos veces, a D. Beltrán se le presentó la oportunidad de contraer matrimonio por tercera vez. Cuando D. Beltrán casa con Maria de Velasco era ya un hombre muy mayor y de escasa salud. Ahora bien la mujer con la que contraía matrimonio no era una mujer cualquiera, no ya sólo porque se trataba de una Velasco, sino también porque habia sido la viuda de su mas acérrimo enemigo, D. Juan Pacheco, marques de Villena. Paradojas de la vida. D. Beltrán iba a contraer matrimonio con la misma mujer con la misma mujer con la que había gozado Villena en los dos últimos años de su vida. Si ambos habían sido rivales desde el principio, si Pacheco había sido el causante principal de la perdida del maestrazgo de Santiago, iban a compartir en cambio la misma mujer.

D. Beltrán llego a participar en la guerra de Granada que los Reyes Católicos habían emprendido en 1482. Acompaño a D. Fernando en la expedición que este organizo para acudir en ayuda de Alhama sitiada por los granadinos. Formo parte de las huestes que poco después organizo el monarca para penetrar en la vega de Granada, y en 1485 figuró en la vanguardia del ejercito real que conquistó las villas de Coín, Cártama, y Ronda. No pudo participar en las campañas de 1486 por encontrarse muy enfermo. Llego a participar con sus tropas en la conquista de Lorca, e incluso estuvo presente en el primer asedio a la ciudad de Almería. Las fuerzas, sin embargo, le abandonaron y pronto, viejo y enfermo, tuvo que regresar a su residencia de Cuellar. Un monasterio cercano a Cuellar fue el sitio elegido por D. Beltrán de la Cueva para esperar la muerte. Se trataba del monasterio de la Armadilla, en el que se refugia finales de 1492. En sus últimas disposiciones elige como sepultura el convento franciscano de Cuellar, que el mismo había fundado, y mandan que le entierren justo a la entrada de la puerta de la iglesia para que todos los que pasasen al interior del templo pudiesen pisar sus restos. El 2 de noviembre de 1492, muere a la edad de 49 años.

A su muerte sus hijos y su viuda heredaron sus señoríos. En 1477, en reconocimiento por los servicios prestados en la guerra contra Portugal habia obtenido de los reyes la facultad para fundar un mayorazgo en Mombeltrán en los hijos e hijas que tuviera de su segunda esposa, Maria Enríquez, hija de D. García Álvarez de Toledo, primer duque de Alba, con quien se había casado en 1476. No tuvieron descendencia y Mombeltrán revertió en el primogénito, Francisco Fernández de la Cueva. Constituiría así mismo un mayorazgo en La Adrada, en su segundogénito, Antonio de la Cueva y Mendoza, que sería el iniciador de los señores de La Adrada, que de este modo quedo separada de la rama principal de los Duques de Alburquerque. Durante más de treinta años (1461-1492) fue D. Beltrán de la Cueva señor de Mombeltrán ¿Cómo le recibieron y le enjuiciaron sus vasallos? Evidentemente la notificación de un nuevo señor, tan discutido, en cierto modo representaba una liberación de D. Álvaro de Luna y le recibirían con curiosidad, lejos de aquella hostilidad manifiesta hacia el Condestable Ruy López Dávalos, “el peor señor que tuvo esta villa, que impuso en alto muchas imposiciones” según consta en documentos. Con residencia en la villa de Cuellar, villa más rica, y con un castillo-palacio, el Duque sólo se desplazaba a la villa de Mombeltran de vez en cuando para confirmar regidores, recoger las tercias y frutos y seguir de cerca la construcción de de la fortaleza

miércoles, 29 de abril de 2009

Fue, en Madrid, el hospital de Santa Catalina de los Donados.

Localización del hospital de Santa Catalina de los donados en el plano de Texeira de 1656. La casa que vemos en el centro de la Plaza es la del mayorazgo que fundaron Gabriel Olivares y su esposa Teresa Núñez de Pisa.



Oratorio del Santo Niño del Remedio. En 1917 sobre el solar de la antigua iglesia del Hospital de Santa Catalina de los Donados, se construyó el oratorio actual, una pequeña capilla compuesta de tres cuerpos. En su interior se encuentra la imagen del Santo Niño del Remedio, una talla muy venerada por los fieles durante la celebración de la nochebuena, pues es costumbre depositarla en una cuna para su adoración.
Desde Santo Domingo por la Costanilla de los Ángeles se llega a una pequeña plaza, Santa Catalina de los Donados donde comienza la calle de Los Donados. En la esquina de la plaza con la calle se encuentra el oratorio del Santo Niño del Remedio. Siguiendo la calle de Los Donados nos encontramos con la calle Arenal, que en algún momento perteneció al viejo arrabal de San Martín. Por la calle de La Priora y la de la Costanilla de Los Ángeles llegamos a la plaza de Isabel II, los Caños del Peral que vemos en Texeira. La calle de la Priora va de la costanilla de los Ángeles a la calle de los Caños.
Se refiere a la priora del convento de Santo Domingo el Real. Esta calle se abre en la extensa huerta que Alfonso VIII regala a su esposa Leonor de Plantagenet y conocida como Huerta de la Reina, luego de la Priora. A mediados del siglo XIII, Fernando III dió a la priora del convento de Santo Domingo el Real esta huerta que ocupaba las ahora plazas de Oriente y de Isabel II pasando a llamarse Huerta de la Priora. Felipe II compra las huertas y casas de la Huerta de la Priora para construir la plaza y el jardín de la Priora, donde se cultivaban plantas medicinales.
El convento de Santo Domingo, orientado hacia la entonces Plazuela de Santo Domingo, se extendia hasta la actual plaza de Isabel II y compartía manzana con el convento real de Santa María de los Ángeles, de aquí el nombre de la citada Costanilla de los Ángeles, antes calle de los Ángeles que cerraba la manzana. El convento de los Angeles fue derribado en 1838. Había sido fundado en un solar de su propiedad por Leonor Mascareñas, aya de Felipe II y del príncipe Carlos, en 1564. Estuvo hospedada Santa Teresa de Jesús. Un incendio en 1617 destruo gran parte de sus celdas, y las monjas se acogieron en el vecino de Santo Domingo, para ello se rompre la pared que los separaba. Quiso su fundadora que la comunidad fuera de religiosas franciscanas de Santa Clara, y para tal efecto, trajo a nueve religiosas del convento de Santa María de Jesús de Ávila. La primera misa se dio el 7 de diciembre de 1564. El convento era de patronato real, puesto que tras la muerte de doña Leonor en 1584 -la cual acabó profesando en el convento- legó el patronato al rey y a sus descendientes. Desde el punto de vista de su arquitectura, se trataba de un edificio poco notable y de reducidas dimensiones. De su iglesia, terminada en 1586, destacaba la portada, en donde se podía ver una estatua de la Virgen con el Niño en brazos coronada por dos ángeles, obra de Juan Revenga. En su interior resultaba interesante el altar mayor, el cual constaba de tres cuerpos con columnas corintias, así como algunas pinturas de Francisco Ricci, que representaban a la Santísima Trinidad, Santa Lucía y San Lucas. El convento fue demolido tras la desamortización de 1836, construyéndose en su lugar un edificio de viviendas.
En 1218, dos frailes dominicos -posiblemente Pedro de Madrid y Suero Gómez- decidieron fundar en la villa de Madrid un monasterio de la orden de Santo Domingo sobre un terreno que para tal efecto les había sido cedido extramuros, junto a la puerta de Balnadú. Según la tradición en un principio la comunidad era masculina, pero a los pocos meses, llegó a Madrid el propio Santo Domingo de Guzmán y dispuso que la congregación fuera de religiosas, siendo aprobada definitivamente por una Bula de Honorio III en 1220. La advocación de este convento fue en un principio la de Santo Domingo de Silos, pero una vez canonizado el de Guzmán, las religiosas la cambiaron a su fundador. El convento, que debió ser en un principio pequeño y humilde, no tardó en obtener el patronato de los monarcas castellanos, quienes mediante la concesión de numerosas donaciones y privilegios convirtieron a Santo Domingo en uno de los conventos de religiosas más importantes del reino. Así, entre muchos otros, Alfonso X costeó las obras del nuevo edificio en 1258, Sancho IV la eximió del pago de montazgos y portazgos, Enrique III ayudó a levantar la capilla mayor, y Felipe II mandó hacer el coro. La vinculación por tanto con la Casa Real fue constante; así, en este monasterio estuvieron entre otras las sepulturas de la infanta doña Berenguela; hija de Alfonso X, la infanta doña Constanza; nieta de Pedro I "el Cruel", el propio Monarca citado y su hijo Juan, padre de la infanta Constanza y durante cuatro años la del príncipe Carlos, hijo de Felipe II. Además, según la tradición, también estuvo enterrado el rey Pedro I, cuyos restos se dice que fueron trasladados en 1444 desde la Puebla de Alcocer por su nieta, la anteriormente citada doña Constanza, que además fue priora del monasterio hasta su muerte en 1478. También estaba en este convento la pila en que fue bautizado Santo Domingo, y que desde Felipe IV fue la utilizada para bautizar a miembros de la familia real. Los sepulcros de Pedro I y doña Constanza fueron trasladados al museo arqueológico Nacional. En cuanto al edificio, debió ser uno de los conventos más grandes que tuvo Madrid. Sobre todo destacaba su iglesia, reedificada en 1612 por mandato de Felipe III, y a la que se accedía a través de una portada formada por tres arcos de medio punto. En el interior, resultaba muy interesante la disposición de sus dos naves, paralelas, situándose la capilla mayor en una de ellas. Durante la guerra de la independencia, la comunidad fue suprimida y el convento sirvió de cuartel de zapadores del ejército francés, quienes ocasionaron cuantiosos daños en el edificio, entre ellos el incendio de su archivo. En 1814 Fernando VII volvió a restablecer la comunidad, y él mismo se encargó de sufragar los gastos ocasionados por la reparación. Situado en la cuesta de Santo Domingo, iglesia y convento fueron derribados durante los años del sexenio revolucionario, si bien es cierto, que desde los últimos años de la monarquía de Isabel II ya se estaba pensando en su demolición; así, en 1865 fue presentado al Congreso un proyecto de ley proponiendo su abandono. No obstante, no fue hasta el 9 de agosto de 1869 cuando se procedió a su derribo. Su lugar lo ocupo la llamada plaza de Santo Domingo donde se sitúo un mercado de flores. En 1920 se construyó un aparcamiento que ocupaba la mitad de la antigua plaza. Tras casi un siglo de cambios, en febrero de 2006 comenzaron las obras de demolición para convertir el aparcamiento en una plaza peatonal. Obras que ya terminaron, cosa a veces insólita en Madrid. el monasterio de Santo Domingo el Real, de las MM. Dominicas, está ahora en la calle Claudio Coello, nº 112. Es un sencillo edificio de ladrillo rojo, que comenzó a construirse en 1879 por el arquitecto Vicente Carrasco, en solares que ya habían pertenecido a la comunidad y que había comprado don Francisco Maroto. Se inauguró este nuevo Monasterio en 1882. En la guerra civil de 1936 fue muy dañado, por lo que fue restaurado en 1943. Aquí se encuentra ahora la pila de Santo Domingo de Guzmn que sigue su utilizándose para los bautizos de príncipes e infantas.
Vista de los conventos en el siglo XIX y de la fuente existente en la plaza de Santo Domingo. Se aprecia los arcos de medio punto correspondientes a la lonja que estaba orientada a la plazuela de Santo Domingo. En esta Plaza terminaba la cerca de Felipe II y aquí estaba la puerta de Santo Domingo.
Con el número XXXII se recoge en el plano de Texeira la manzana que acogía al convento de Santo Domingo y al de los Ángeles. La plaza inmediata situada al norte de ambos es la de Santo Domingo. En ella podemos ver una fuente, derribada en los años setenta del siglo XIX, y unas pequeñas construcciones que corresponde a los puestos de carne propiedad del convento de Santo Domingo y que alquilaba.

Fue fundado en 1460 por Pedro Fernández de Lorca, tesorero del rey Juan II y secretario de Enrique IV. Situado en la calle y plaza de su mismo nombre, su misión era la de atender a doce hombres ancianos que ya no pudiesen valerse por sí mismos. A cambio, los ancianos deberían rezar treinta y tres responsos diarios por el alma del fundador. El nombre de `donados`, le viene de la vestimenta que llevaban los doce ancianos, y que era la destinada a las personas que habiendo entrado en una orden religiosa no habían profesado. Estuvo bajo el patronato del prior de San Jerónimo del Escorial. Santa Catalina de los Donados sobrevivió a la reducción de hospitales ordenada por Felipe II en 1566 -materializada en 1587-, y estuvo en funcionamiento hasta que en 1856 fue transformado en Hospital de Ciegos dependiente de la beneficencia provincial, trasladándose en 1889 a Vista Alegre. Fue demolido el 24 de diciembre de 1893, y en su lugar se construyó en 1917 el oratorio del Santo Niño del Remedio, aprovechando para ello parte del antiguo hospital. El Oratorio está presente en la historia de la devoción religiosa de la villa de Madrid. El encuadernador Pedro Martín Mazarruela, que vivía en el número 4 de la calle, compró a finales del XIX una imagen que vendía una señora de la zona por cien pesetas e improvisó un altar en la trastienda de su taller. Marrazuela empezó a rezar con sus allegados un rosario todos los viernes y pronto el boca a boca hizo crecer el peculiar culto creado de forma “casera”. Más tarde empezaron incluso a sacar al Niño del Remedio en procesión y ante tal fervor popular el obispado decidió construir la actual capilla en 1917.

El Castillo de Mombeltrán. Ávila.

Esta entrada, fotos y texto, es un trabajo enviado por José Luis Martín Tejero. Le estoy profundamente agradecida por compartir en este blog su trabajo. Foto tomada en diciembre de 2008.

Para comprender, tanto en una primera época, el emplazamiento de la villa, como posteriormente la idoneidad y el acierto de la ubicación de la fortaleza quizás sea necesario un breve recordatorio acerca de donde nos encontramos y las connotaciones que conllevaba. La colosal espina montañosa que atraviesa el sur de la provincia de Ávila de Este a Oeste, con alturas superiores a los 2000 metros constituye una muralla natural entre ambas submesetas, haciendo muy complicado su paso, salvo por los puertos de montaña, no exentos de dificultades en épocas invernales.

Esta realidad marca la importancia natural e histórica de lo que conocemos como “El Barranco”. En una extensión de más de 100 Km., entre el Valle del Jerte y el Valle del Alberche, el Puerto del Pico es el paso natural que mejor sirve para poner en comunicación las altas tierras de Castilla con las tierras de Toledo y Extremadura. Mombeltran, que debe su nombre a D. Beltrán de la Cueva, se llamaba anteriormente Colmenar de las Ferrerías ó de Arenas y parece ser que en el lugar donde hoy se levanta el castillo hubo anteriormente una torre fortaleza ó especie de atalaya fortificada, ya que en la obra de Francisco de Asís Veas Arteseros editada por la Universidad de Murcia “Itinerarios de Enrique III”, hace referencia de un viaje del citado monarca fechado en 1393 y ya cita que habia una fortaleza en El Colmenar de Arenas. Puestos a hacer conjeturas podría pensarse que pudiera haber existido alguna torre defensiva, y que posteriormente hubiese formado parte del castillo que hoy conocemos y cuya propiedad podría atribuirse a Ruy Lopéz Dávalos.
En 1422 la villa es entregada al infante don Juan de Aragón, rey de Navarra, a quien se la confiscan en 1431 para entregársela a Álvaro de Luna. A la muerte de este, en 1453, Juan II de Castilla otorga la villa a la viuda de Álvaro de Luna, Juana de Pimentel (La triste condesa). Sin embargo en 1461 Enrique IV se la quita y la dona a don Beltrán de la Cueva. Los estados de los Duques de Alburquerque tienen su origen en las donaciones que el primer duque don Beltrán de la Cueva, valido de Enrique IV, obtiene de este rey en los años 60´del siglo XIV. La capital de su señorio estaba en Cuellar, y dentro de Castilla León, tenia también fortalezas en Roa, Ledesma, Peñalcazar, Torregalindo, Mombeltrán y La Adrada, estas dos últimas de vital importancia para el control de comunicación de la meseta norte con Toledo.
El castillo se alza en un otero y junto al río Vita, afluente del Ramacastañas, desde el cual se divisa todo el valle. Se construye en las afueras del pueblo separado por lo que entonces se llamaba el sitio de La Cebada, hoy conocido por el jardín de la Soledad. Para las obras del castillo se destinaron las rentas del montazgo obtenidas en Arroyo Castaño. Beltrán de la Cueva lo manda construir y se realiza entre 1462 y 1474, aunque parece probable que no fue habitado hasta 1480.
Se valió para ello de las rentas del montazgo que se cobraba a los ganados que atravesaban el Puerto del Pico. Con estos ingresos D. Beltrán pudo pagar la mano de obra especializada que se hallaba realizando la cantería en la obra de su construcción. También fue necesaria la aportación obligada de los vasallos del hasta hacia poco Colmenar y que paso a llamarse Mombeltrán: los vecinos del pueblo tuvieron que trabajar en el transporte y acarreo de piedras y los diversos materiales utilizando para ello sus carretas, lo que generó no pocos conflictos entre el Duque y sus vasallos a los cuales no les hacia ninguna gracia trabajar gratis. Las obras de la Iglesia tuvieron que paralizarse a fin de dar prioridad al castillo. Posteriormente se realizaron obras en el siglo XVI, lo que transformo de manera ostensible la rustica fortaleza original en un palacio acondicionado para poder servir como residencia de los duques.
Su estructura se vio afectada en los primeros años del siglo XVI, cuando el II Duque de Alburquerque, don Francisco Fernández de la Cueva elimino el puente levadizo, abrió con toda probabilidad los balcones y relleno el foso con un talud. Además, algunos autores apuntan a que la construcción de la portada renacentista, en donde el Duque puso el escudo y la corona ducal, obedecieron a que la nobleza castellana se vio en la necesidad de reforzar sus fortalezas contra los posibles levantamientos populares en época de las Comunidades. Precisamente el lugar donde se construyó la citada portada era el frente más vulnerable del castillo.
En la segunda etapa constructiva (realizada por el II Duque don Federico de la Cueva) corresponde la antepuerta curva adosada al lienzo norte de la barrera, cuyo acceso esta flaqueado por dos borjes dotados de las mismas troneras de palo y orbe que ya aparecen en los merlones y antepechos de los adarves y terrados.Precisamente a esa barrera ó falsabraga se le adosó exteriormente un alambor de corto releje (60º) que alcanza las tres quintas partes de su altura, supuestamente para reforzarla contra los efectos de la pirobalística, pero que sorprendentemente está ahuecado por el recorrido de una manga perimetral, aparentemente inútil, y que en cualquier caso debió debilitar considerablemente al mencionado alambor. La obra principal del castillo, el actual recinto interior, presenta en su entrada un grupo de tres escudos idénticos a los que aparecen en la puerta del castillo de Cuellar. Los escudos representan las armas reales de Castilla León, las de Beltran de la Cueva y las que tuvo su primera mujer, Mencia de Mendoza, con la que estuvo casado entre 1462 y 1476, fechas mas que probable en que debió construirse este recinto principal.Algunos especialistas hablan de la falta de remate de la torre del homenaje e indican que la obra no llego a terminarse, pues bien, hay testimonios de que el tejado que cubría la torre del homenaje se desescombro durante la segunda mitad del siglo pasado y los restos de escombro de ese trabajo pueden apreciarse al pie de la Torre del Homenaje en el paseo de la liza, junto a la entrada del castillo citada anteriormente. En 1462 el rey expide una cédula en la que ordena que la villa de Colmenar de las Arenas se llame en adelante Mombeltrán. El castillo de Mombeltrán se ha atribuido al arquitecto Juan Guas, especialmente por el parecido de los canecillos del almenaje con los del castillo de Manzanares el Real. La muerte de Enrique IV, en 1974, provocó que Juana Pimentel reclamase a la nueva reina , Isabel la Católica, sus derechos sobre Mombeltran, alegando la injusticia de la confiscación sufrida por orden del monarca anterior.
Pese a que en 1475 Beltrán llega a un acuerdo con Juana de Pimentel y con Juan II de Aragón, que también había reclamado sus derechos, y pese a que, en 1476, Isabel la Católica confirma el señorío a Beltrán de la Cueva, la incertidumbre sobre su dominio pudo acelerar la terminación de las obras, especialmente la barrera artillera en la que aparecen ya los escudos de su segunda mujer, Mencia Enríquez de Toledo. La muerte de esta, en 1479, marca claramente la cronología posible de la barrera que, sin embargo, pudo haberse comenzado antes de 1476. A la conservación de los estados de Beltrán de la Cueva al llegar al trono la princesa Isabel, con la que el duque de Alba había mantenido cierto enfrentamiento, no fue ajena la política matrimonial de este, al casar con una hija del duque de Alba.
En este sentido cabe interpretar que la dote que otorga Beltrán a su esposa incluya la hipoteca de Mombeltran y que en 1477 obtuviera privilegio de Fernando el Católico para fundar nuevo mayorazgo con la villa de Mombeltran a favor de los hijos que pudiera tener con la hija del duque de Alba (Dñª. Mencia Enríquez de Toledo), en contra de los derechos de su primogénito. La muerte de su segunda esposa sin hijos no impide al duque seguir utilizando Mombeltran como pago de su política matrimonial y casa de nuevo con Dñª. Maria de Castilla, hija de los influyentes Condestables de Castilla. En 1482 otorga mayorazgo con los hijos pudiera tener con su tercera esposa. Sin embargo, en 1483, Beltrán declara que este nuevo mayorazgo, en contra de los derechos de su primogénito, no había sido hecho por “su voluntad”. A la muerte de don Beltrán en 1492, el castillo de Mombeltran es ocupado por la viuda, que pretende defender así los derechos de su hijo, Cristóbal de la Cueva. El primogénito Francisco de la Cueva, II duque de Alburquerque, se ve forzado entonces a permutar su villa de Roa por Mombeltran, en un acuerdo que provocará grandes recelos entre el nuevo duque y su madrastra.
El refuerzo de la barrera (alambor) con un nuevo chapado en cuyo interior se aloja una galería perimetral, podría atribuirse a este II duque y coincide con las obras de refuerzo ejecutadas en el castillo de Cuéllar, también propiedad del Duque. Durante la revuelta de la Comunidades ”los de la villa de Mombeltrán e su tierra comenzaron a hacer las alteraciones” hasta que en 1521, “se asosego la cidad de Toledo”. Estos disturbios obligaron al duque a gastar mientras duró la contienda 448.588 maravedies en abastecer y pertrechar la fortaleza, desplazando incluso tropas desde Cuellar. En 1526, a la muerte de Francisco de la Cueva, habia en el castillo diversa artilleria, entre las que destacan “veinte y seis escopetas con un par de moldes para las pelotas y con veinte y tres bolsas para la polvora, dos espingardones antiguos, una lombarda mediana con su servidor, cinco tiros (cuatro medias lombarderas y un pasamuros), sos mosquetes de metal, mas diez y seis libras de pelotas de plomo para escopetas”
Don Beltrán de la Cueva levanta la fortaleza no solo como baluarte de contención para los que pasaran el puerto del Pico ó subían de Toledo y Extremadura en plan bélico, sino como mansión aseguradora de sus dominios. Don Beltrán contó con la forzada colaboración de sus vasallos que fueron obligados al acarreo y transporte de materiales, llevando sus carretas a requerimiento del Duque. El castillo nunca conoció acciones guerreras y en este sentido es una empresa frustrada. Durante siglos fue habitado esporádicamente por los Duques de Alburquerque. La cosecha de vino que se recolectaba en la dehesa anexa se almacenaba en las cuevas, aun hoy existentes, adjuntas al castillo. Algunas fuentes nos hablan de que en el paseo de la liza ó ronda hubo naranjos, hoy desaparecidos. Entre las obligaciones del alcaide de la fortaleza estaba la de enviar al señor el fruto de los mismos.
El castillo de Mombeltran se ha atribuido al arquitecto Juan Guas, especialmente por el parecido de los canecillos del almenaje con los que se atribuyen a este arquitecto en el castillo de Manzanares el Real. La disposición en planta de la obra y especialmente la barrera, sin torres, y adaptándose perfectamente al perímetro del cuerpo central, recuerda a la planta del castillo madrileño y a los restos aparecidos en Alba de Tormes. La presencia de diferentes escudos, correspondientes a la primera y segunda mujer de don Beltrán de la Cueva, podría indicar que el cuerpo principal y la barrera son dos fases constructivas independientes.Las últimas obras hechas ya con el II duque, Francisco de la Cueva, podrían corresponder al chapado de la barrera, con su galería intramuros (sotierra), heredera de las galerías del castillo de la Mota, aunque de proporciones mucho menores. Este reforzamiento de las defensas debió incluir también una barbacana semicircular delante de la puerta de la barrera con acceso desenfilado respecto a ésta, para evitar que pudiera ser alcanzada por la artillería.
La puerta de esta barbacana, con las torrecillas ó garitones sobre lampeas, hoy semienterradas, debió ser reformada no ejecutada de nuevo, a partir de 1734 por Francisco de la Cueva, XI duque de Alburquerque, casado en ese año con Dña. Agustina Ramona de Siva, por cuanto el escudo que campea en la puerta corresponde a este matrimonio. El patio palacial, donde también aparece el mismo escudo, debió de hacerse en esta época y las causas de una reforma tan tardía en una fortificación medieval pueden estar relacionadas con la enfermedad que obligo al duque a vivir retirado en el campo hasta el día de su muerte en 1757.
El castillo de Mombeltrán es un edificio histórico del siglo XV con detalles artisticos propios de la época medieval, del esplendor de los de la Cueva, la familia que decidió construirlo para su uso y disfrute. Los villanos ha observado con indiferencia el progresivo deterioro de la fortaleza que ellos mismos construyeron soportando impuestos leoninos y acarreando piedras y otros materiales durante años sin recibir nada a cambio. Sus dueños actuales "pasan" del castillo y de su historia (ni comen ni dejan comer, como dicen en mi pueblo) con lo que posiblemente la única salida al respecto sea la expropiación, proceso largo, complicado y costoso para un ayuntamiento carente de sensibilidad, presupuesto e ideas y sobrado de ambiciones personales, pero que devolvería el edificio a los verdaderos dueños morales: los vecinos de la Villa de Mombeltrán.

Fue, En Madrid, el Palacio de los duques de Abrantes.


Vista del palacio de Abrantes desde el Pretil de los Concejos.
Vista de la calle Mayor de la calle de Bailén con el palacio de Abrantes a la izquierda, segunda manzana más baja, y el del duque de Uceda a la derecha. La casa que se ve en primer plano a la derecha, esquina calle Mayor y Bailén, está levantada en parte sobre terrenos y casa propiedad del duque de Alburquerque y de su pariente Francisco de la Cueva, veedor; notario y contador, del Almirante. En el siglo XVII sobre su solar se levanta la casa del platero Jorge Santos. Decir a este respecto que el tramo de la calle Mayor comprendido entre la actual plaza de la Villa y la plaza Mayor recibe el nombre de Platerias; actualmente diversos negocios de platería y joyería siguen estando aquí presentes. Los edificios citados desaparecen al construirse los viaductos en la calle Bailén.
En el solar que ocupó después toda la manzana 443 la moderna y llamada del Platero existió en lo antiguo el palacio de los Duques de Alburquerque, que acaso fue fundado y habitado por el célebre privado D. Beltrán de la Cueva, primero de aquel título, si bien más adelante, en la calle Mayor, existe aún hoy otra casa que fue de los mismos mayorazgos pero que no creemos, existiera ya en tiempos de Enrique IV.
El antiguo Madrid: paseos históricos-anedócticos por las calles y casas de esta villa. Tomo primero, por D. Ramón de Mesonero Romanos.

Instituo Italiano de Cultura. Calle Mayor, 86. Lo que fue el palacio de Abrantes fue construido entre 1653 y 1655 por el arquitecto Juan Maza, como encargo de Don Juan de Valencia el Infante, quien previamente había adquirido cinco casas en la calle Mayor para tal efecto. El primitivo edificio se trataba de un bello palacio flanqueado por dos torreones con chapitel que daban a la calle de la Almudena y a la del Factor, respectivamente.Posteriormente, el edificio fue cambiando sucesivamente de manos; en 1656 fue comprado por don Antonio de Valdés y Ossorio, caballero de la orden de Alcántara; en 1669 lo adquiere el marqués de Alcañices; y durante buena parte del siglo XVIII perteneció a la familia de los Cuevas y Pachecos. En 1842 los duques de Abrantes compraron y encargaron una profunda remodelación del palacio al arquitecto Aníbal Álvarez Bouquel, con el fin de acondicionarlo a los gustos aristocráticos de mediados del siglo XIX. Tras esta reforma la fachada presentaba nuevas embocaduras en los balcones y una nueva puerta principal. Con la Restauración de Alfonso XII a finales de 1874, y para evitar posibles represalias, el duque de Abrantes se vio obligado a deshacerse del palacio, puesto que su hijo, Ángel de Carvajal y Fernández de Córdoba, marqués de Sardoal, participó muy activamente contra la monarquía de Isabel II durante los años de la revolución de 1868, en la que llegó a ser Alcalde de Madrid. Pasó entonces a la propiedad del senador progresista Manuel María de Santa Ana, quien estableció en el palacio la sede del periódico "La Correspondencia de España", función que continuó desempeñando hasta que en 1888 los propietarios del periódico vendieron el edificio al Gobierno Italiano para establecer en él su embajada. Se procedió entonces a realizar una nueva reforma bajo la dirección del arquitecto Luis Sanz, en la que se derribaron los torreones, se abrió la fachada posterior y se realizaron las pinturas de la planta superior de la fachada principal. En suma, el palacio tomó su fisonomía actual. En 1939, tras ser ocupado durante la Guerra civil por los batallones italianos de las brigadas internacionales, la embajada de Italia se trasladó al que fue palacio de los marqueses de Amboage, en la calle Juan Bravo, quedando el Palacio de Abrantes desde entonces como sede del Instituto Italiano de Cultura. En la primera bocacalle siguiendo la calle Mayor hacia el Palacio Real veremos los restos de la que fue la antigua iglesia de Santa María de la Almudena sobre cuyo solar se abra la calle de La Almudena y el edifico que podemos ver frente al palacio de los duques de Uceda.
El recuerdo de esta milagrosa imagen, y su inmediación, nos lleva naturalmente a la vecina iglesia parroquial de Santa María, matriz de la villa, donde original se conserva y venera todavía dicha imagen. La fundación de esta iglesia es tan remota, que está envuelta en la mayor oscuridad. Hay quien la supone nada menos que del tiempo de los romanos, asegurando ser en ella donde se predicó por primera vez el Evangelio en Madrid, y añadiendo que después fue colegiata de canónigos reglares; otros la señalan origen en tiempo de los monarcas godos, aunque no fijan precisamente la época; pero unos y otros convienen en que sirvió de mezquita a los moros, y fue purificada y consagrada después de la restauración por el rey D. Alfonso el VI. Posteriormente, en varias ocasiones se trató de sustituir este templo, venerable por su antigüedad e historia, aunque mezquino en su forma y dimensiones, por una catedral o colegiata digna de la capital del reino, y aun obtenidas las bulas al efecto en el reinado de Felipe IV, se sentó solemnemente la primera piedra para esta nueva construcción, en la plazoleta que se forma detrás del templo actual. Pero el respeto y veneración que éste inspiraba fue siempre causa de no llevarse a cabo el pensamiento, contentándose sólo con reparar y adornar el antiguo, aunque de una manera bien pobre por cierto. Su interior tampoco ofrece grandes objetos de alabanza (aunque fue restaurado en lo posible a fines del siglo anterior por el célebre arquitecto D. Ventura, Rodríguez), siendo lo más notable la capilla de los Bozmedianos, que da frente a la entrada principal y fue construida por aquella ilustre familia, que ya hemos dicho que tenía casas allí cerca a mediados del siglo XVI.
El antiguo Madrid : paseos históricos-anedócticos por las calles y casas de esta villa. Tomo primero por D. Ramón de Mesonero Romanos.
Del linaje Abrantes el primer caballero que aparece en la historia y que se conoce es don Fernando de Bobadilla, señor de la villa, de la que tomó el nombre, junto a Medina del Campo, de donde desciende el tronco de esta familia. Este caballero fue camarero mayor del rey Alfonso II de Asturias y León- Algunos genealogistas pretenden que este linaje desciende los reyes de León. De este tronco se extienden infinidad de ramas por toda España. El Ducado de Abrantes es un título nobiliario español, creado por el Rey Felipe IV el 23 de marzo de 1642, para Alfonso de Láncaster y Láncaster, bisnieto del rey Juan II de Portugal. El título, obtuvo la Grandeza de España el 2 de septiembre de 1650, siendo ratificado el 20 de noviembre de 1663. Su nombre se refiere al municipio portugués de Abrantes, cerca de Lisboa .
Los Abrantes en el cuadro de Las Meninas. Doña María Agustina Sarmiento de Sotomayor, menina de la infanta, hija del Conde de Salvatierra y heredera del ducado de Abrantes por vía materna de su madre Catalina de Lancaster, que contraería matrimonio más tarde con el conde de Peñaranda. Agustina pleitearía por sus derechos a suceder en el condado de Monterrey. La Infanta ha pedido un poco de agua para beber y doña María Agustina le ofrece sobre una bandeja, un búcaro. La menina inicia el gesto de reclinarse ante la real persona, gesto propio del protocolo de palacio.

martes, 28 de abril de 2009

Así fue Madrid. Madrid musulmán y cristiano. La Almudaina y Santa María de la Almudena



Los restos de la muralla musulmana de Madrid, los más antiguos de Espña, se extienden a lo largo de 120 metros por la cuesta y jardines de La Vega.


Restos de la muralla musulmana en la Cuesta de la Vega, a los pies de la catedral de Nuestra Señora de la Almudena. Quedan muy pocos restos de estas murallas, engullidos por el caserío durante los siglos XIV y XV, y demolidas en gran medida durante el siglo XVI. De la muralla árabe quedan algunos vestigios en el Parque de Mohammed I, y algunos lienzos de la cristiana en la calle de Bailén, los Mancebos, del Almendro, Cava Baja, Mesón de Paños y Escalinata. Algunos restosde la muralla musulmana situada en la Cuesta de la Vega, parque de Muhamed I fue descubierta por el arabista J. Oliver Asín en 1950 y declarada Monumento Nacional en 1954. Las fotos demuestran el escaso cuidado que parece tener el Ayuntamiento sobre uno de los pocos restos de muralla árabe existentes en España, y tal vez el más antiguo.
Puerta de la cerca cristiana que se abría al valle del Arenal. En la confluencia de las calles Carlos III, Vergara y Lepanto.
Tras la conquista de Toledo en el año 1085 por Alfonso VI, rey de Castilla y León, al no estar asegurado el control de las fronteras con los árabes en la submeseta sur, Madrid siguió desempeñando su papel de fortaleza, razón por la que a lo largo del siglo XII se construyó una nueva muralla aprovechando las defensas existentes de la época árabe. Este nuevo recinto amurallado, conocido como muralla cristiana, encerraba una superficie de algo más de 33 hectáreas y contaba con cuatro puertas de acceso, llamadas de Guadalajara, de Balnadú, de Moros, y Cerrada. A diferencia de la muralla árabe, la nueva muralla encerraba en su perímetro los barrios que habían constituido la antigua medina. LLegó a tener una longitud de 2.200 metros. La cerca musulmuna había rodeado un Magerit de apenas 4 hectáreas encerrando los terrenos que rodean el ahora Palacio Real y Catedral de la Almundena y los ocupados por lo que fue la antigua Mézquita, luego iglesia de Santa María de La Almudena. La construcción de la muralla cristiana se realizó con lienzos de cantería de pedernal articulados entorno a torres semicirculares. Pudo llegar a tener 130 ó 140 torres, una cada 10 ó 15 kilómetros.

La parroquia de Santa María de la Almudena se remonta a los orígenes de la Villa, ya que lo más probable es que Santa María fuera la mezquita mayor de Mayrit durante la dominación islámica. Tras la conquista de la ciudad por las tropas cristianas entorno a 1085, la antigua mezquita fue transformada en parroquia cristiana, siendo purificada por Alfonso VI bajo la advocación de Santa María de la Almudena, patrona de Madrid, y cuya imagen se veneraba en el altar mayor. Según la tradición, dicha imagen mariana fue escondida por los cristianos en un cubo contiguo a la muralla, en donde estuvo oculta durante siglos hasta que fue hallada en el mismo año de la reconquista. Al ser la iglesia más antigua, también fue conocida por el sobrenombre de Santa María la Mayor, título que se daba en multitud de lugares a la iglesia principal del lugar. Situada al final de la calle Mayor, próxima a palacio, fue constantemente reformada durante su existencia, por lo que poco o nada debió quedar de la antigua mezquita. En 1542, el templo fue reformado con motivo de la construcción de la capilla de Santa Ana, llamada de los Vozmedianos puesto que fue financiada por Juan de Vozmediano, secretario de Carlos I, y cuyas casas estaban contiguas a la iglesia. En 1649, se volvió a reformar, y en 1777 ante la amenaza de ruina, fue prácticamente reedificada por Ventura Rodríguez, quien según Mesonero Romanos, sacó todo el partido que podía sacarse de tan mezquina arquitectura. Durante el sexenio revolucionario, y puesto que su emplazamiento se interponía a la nueva alineación de la calle Bailén, el 19 de octubre de 1868 se aprobó su demolición, dándose la última misa el 25 de octubre de aquel mismo año, pasando al día siguiente su parroquialidad a la iglesia del convento del Sacramento. Estaba situada al final de la calle Mayor, en la parte llamada de la Almudena, frente al Palacio de Uceda (hoy Capitanía General), donde tenía su puerta principal; seguía por la actual calle Bailén, que era la fachada occidental; continuaba por la plaza de Santa María, y el ábside, en el callejón de la Almudena, en el que fue asesinado Escobedo. Para la regulación de la calle Bailén y Mayor, haciendo línea con el palacio de Abrantes -actualmente Instituto Italiano de Cultura-, se decide derribar la iglesia de Santa María para poder llevar a cabo la prolongación de la calle hasta la Cuesta de la Vega y el enlace de la de Bailén con el Viaducto, entonces en construcción.

Restos arqueológicos de la iglesia de Santa María de la Almudena en la calle de la Almudena. La plaza de Oriente se adivina al fondo.
El rey, Alfonso XII, colocó la primera piedra de la actual catedral de Santa María La Real de La Almudena, el 4 de abril de 1883, en recuerdo de su primera mujer, doña María de las Mercedes. La Catedral de Nuestra Señora la Real de la Almudena comienza a gestarse en 1868, cuando la Congregación de Esclavos de la Virgen de la Almudena solicita al Arzobispado de Toledo, del que entonces dependía Madrid, permiso para construir otra iglesia dedicada a la Virgen. Esta petición fue apoyada por la reina María de las Mercedes, esposa de Alfonso XII. Después de la muerte de la Reina Mercedes, el marqués de Cubas recibe el encargo de preparar el proyecto para la construcción de una importante iglesia parroquial. El 4 de abril de 1883 el rey don Alfonso XII coloca la primera piedra de la futura iglesia. Iglesia que pasará a ser Catedral cuando en 1885 Madrid sea erigida en diócesis por el Papa León XIII. La Catedral tiene una orientación norte-sur porque, desde sus orígenes, fue proyectada como parte integrante del conjunto del Palacio Real; así, la fachada principal, situada a los pies del templo, mira hacia la fachada sur del palacio.La Catedral se construye en terrenos cedidos por Patrimonio, en estilo neogótico. La Cripta, a nivel inferior, de igual tamaño en superficie que la Catedral, está construida en piedra en estilo neorománico, y se finalizó en 1911.Las obras de la Catedral, que avanzaban lentas, se pararon durante la Guerra Civil, de 1936 a 1939. Por eso, en 1944 el marqués de Lozoya, director general de Bellas Artes, promueve un concurso nacional para dar a la Catedral una buena solución arquitectónica. El concurso fue ganado por los arquitectos Fernando Chueca Goitia y Carlos Sidro, quienes cambian el inicial proyecto, de estilo neogótico, por el actual, para que no desentone el conjunto con el Palacio Real. Los nuevos arquitectos rebajaron la altura del nuevo edificio, con lo cual la nave central mide 25,8 metros. Tras un tiempo en el que las obras estuvieron casi paradas, en 1984 el Cardenal Ángel Suquía constituye un Patronato, que se encarga de impulsar las obras. Así, se edifica la fachada de la Catedral que da a la calle Bailén, la fachada de poniente o del Campo del Moro; las obras que quedaban por hacer en el ábside; y la cúpula. La fachada que da a la calle Bailén es de piedra granítica, con algunos elementos de Colmenar, de estilo muy clásico. Cúpula: es doble. Gótica vista desde el interior, pero claramente barroca desde el exterior. Está recubierta con piedra y pizarra, y tiene una pequeña linterna como remate.Las obras, reanudadas en 1984, concluyeron en su parte más sustancial en junio de 1993. El Papa Juan Pablo II dedicó y consagró la Catedral el día 15 de junio de ese año de 1993. Es la primera vez que un Papa dedica y consagra una Catedral fuera de Roma. Desde 1998, la Catedral sigue sufriendo modificaciones: arreglo del resto de las capillas, decoración de la iglesia, pintura de los techos, colocación de vidrieras… Los terrenos sobre los que se levanta la catedral de Madrid estaban ocupados, teniendo en cuenta el plano de Texeira de 1656, por las caballerizasy armeria reales, la casa del jefe de las callerizas, el pajar de estas dependencias, la casa de los criados y del guarnicionero asi como por la casa de Felipe Guevara luego de los pajes. A extamuros y pegada a la amuralla se encontraba la casa de Antonia de Losa. Las cabellerizas se incendiaron en 1884 y fueron derribadas en 1895.
Mediados del siglo XV.
Siglo XIV.
Siglo XIII.
Muralla musulmana y cristiana.
Siglo XII. Muralla musulmana y cristiana. La muralla cristiana con unos 1.700 metros de longitud se articulaba con torres semicirculares formadas con paños de pedernal y contaba con cuatro puertas de acceso llamadas de Balnadú, de Guadalajara, Cerrada y de Moros.
Siglo X. Muralla musulmana. Perímetro amurallado de 1273 metros de longitud, formado por lienzos de cantería y torres defensivas, y al que se tenía acceso a través de tres puertas, llamadas de la Vega, de Santa María y de la Sagra.
Muralla musulmana.
Puerta de La Vega. La Algeva musulmana. Dibujo de Wingaerde.
Anton van der Wyngaerde, o Antoon van den Wijngaerde, conocido en España como Antonio de las Viñas o Antón de Bruselas, fue un dibujante y paisajista flamrenco del siglo XVI, que recorrió España a partir de 1561, dibujando una colección de 62 vistas, detalladas y meticulosas, de pueblos y ciudades, por encargo de Felipe II, a cuyo servicio estaba desde 1557. Esta colección y el Plano de Texeira de 1656 son fuentes fundamentales para el estudio urbanístico de la villa de Madrid.

















Fue en Madrid, Plaza y fuente de los Caños del Peral.

La Fuente construida en el siglo XVIII sobre la anterior, está bajo la bóveda del andén de la Línea 2, en la estación de Ópera, a la espera de que se materialice un proyecto para hacerla visible por el público.

Plaza de Isabel II, cuando terminen las actuales obras de remodelación.
En el período medieval, siglos XII-XV, fue conocida como Barranco de las Hontanillas, abundante en aguas subterráneas y superficiales, surcado por el curso del arroyo Arenal, o de San Ginés que dividido en dos ramales servía como foso a la antigua muralla cristiana en su sector norte. Abundantes pilares de almacenaje y distribución de aguas y diversas tenerías. Ámbito de la antigua fuente de los Caños del Peral, actualmente subsistente bajo tierra, junto a la estación de Ópera. Destacaba en este sector fortificado de la muralla la torre albarrana de Alzapierna o torre Gaona. La actual plaza se elevó ocho metros, como demuestra el desnivel de la calle de La Escalinata y antes llamada de Las Fuentes., aprovechando materiales de los derribos de casas para abrir la plaza de Isabel II.
Año 1848.
Año 1809.
Plano de Texeira. 1656. Para crear el espacio de la plaza de Isabel II en el siglo XIX desparecen la casa en angulo donde termina la calle de las Fuentes y la casa situada junto al nacimiento de la fuente de los Caños del Peral. Con los materiales de derribo se rellena el barranco y se le eleva unos ocho metros la nueva Plaza, que ocupará una zona de huertas y fuentes.
Teatro de los Caños del Peral.
Situado sobre un antiguo lavadero conocido como de los “caños del Peral”, los orígenes de este teatro se remontan a 1708, cuando a instancias del actor italiano Francesco Bartoli se construye un primer coliseo destinado a representaciones teatrales. Este primer edificio, fue derribado en 1737 por orden de Felipe V, construyéndose en su lugar un nuevo teatro, más grande y capaz, construido por los arquitectos Virgilio Rabaglio y Santiago Bonavia gracias al mecenazgo de un tal Francisco Palomares. Felipe V favoreció bastante la construcción de esta teatro; así, ordenó que se embargaran todos los materiales de construcción de la ciudad, utilizándose además la mitad de la cal destinada a la construcción del puente de Toledo. El teatro abrió sus puertas el domingo de carnaval de 1738, representándose en escena el “Demetrio”, de Metastasio. Dañado durante la invasión francesa, fue cerrado en 1810 ante la amenaza de ruina, aunque en años posteriores fue abierto para la celebración de bailes de máscaras. Demolido el 30 de septiembre de 1817, su solar lo ocupa hoy la plaza de Isabel II y parte del Teatro Real.

domingo, 26 de abril de 2009

Nuestra Señora de la Merced. Huete. Cuenca.





En su antigua iglesia tuvieron capilla los de la Torre, dedicada a San Julián, segundo obispo de Cuenca, levantada también en la nueva, primera del lado del Evangelio.

jueves, 23 de abril de 2009

Iglesia de San Blas. La presencia de la familia Fugger en Almagro. Ciudad Real.

En el Madrid del siglo XVII los Fugger tuvieron su Casa y oficinas en la actual calle de Atocha, esquina a la de Relatores, frenta a la iglesia de San Sebastian. Su presencia se recuerda en la calle del Fucar.
Retrato de Anton Frugger en la iglesia de San Blas. Copia del que fue hecho por Alberto Durero.
Armas de los Fugger en la Cuz de Calatrava.




Blasones de los Fugger en el exterior y el interior de la iglesia de San Blas con su distintivo, la flor de Lis. La flor de lis en azur (azul) sobre fondo oro era la representación de los Fugger.

Los integrantes de la Familia Fugger o Fúcares fueron un clan de negociantes alemanes que llegaron a constituir uno de los mayores grupos empresariales de los siglos XV y XVI, siendo precursores del capitalismo moderno, junto con los Médicis y los Welser. A lo largo del siglo XV se produjeron en Europa una serie de fenómenos económicos que dieron como resultado la aparición de grandes fortunas capaces de influir políticamente. En la segunda década del siglo XVI, la muerte del emperador Maximiliano I (1519) dejó vacante la corona del Sacro Imperio Romano Germánico, a la que aspiraban el rey de Francia Francisco I y el nieto de Maximiliano, Carlos de Austria, el futuro emperador Carlos V. La elección de un nuevo emperador estaba a cargo de siete electores, los arzobispos de Colonia, Maguncia y Tréveris, y los príncipes de Bohemia, Sajonia, Brandemburgo y el Palatinado. Antes de su muerte, Maximiliano compró los votos de cinco de los siete electores para su nieto, con dinero suministrado por los Fugger, y Carlos fue elegido por unanimidad. Este acontecimiento marca el capítulo más influyente de la dinastía, otorgándole un lugar destacado en la historia europea del siglo XVI y haciéndola a su vez parte importante de la conquista de América..
La primera referencia a la familia Fugger en Augsburgo es la llegada de Hans Fugger, descendiente de campesinos de Suabia, registrada en el registro de impuestos de 1357. Se casó con Klara Widolf y se convirtió en ciudadano de Augsburgo. Después de la muerte de Klara, se casó con Elizabeth Gfattermann. Estos dos matrimonios le posibilitaron ingresar en el gremio de tejedores de la ciudad. Hans se unió al Gremio de los Tejedores, y por 1396 se distinguía en la lista de contribuyentes. Su hijo mayor, Andreas Fugger, fue comerciante en la industria de los tejidos, y fue apodado 'el rico Fugger', comprando tierras y otros bienes.
Al hijo de Andreas, Lucas Fugger, le fue concedido un escudo por el emperador Federico III, un ciervo dorado con un fondo azul, y él pronto fue apodado "el Fugger del gamo". Sin embargo, fue demasiado ambicioso y se declaró en quiebra. El segundo hijo de Hans, Jacobo I el Viejo (1412-1469), fundó la rama de los Fugger del lis y diversificó los negocios familiares introduciéndose en la minería de plata del Tirol. Ulrich (1441-1510), su nieto, mantuvo contactos comerciales con Lisboa, Venecia, Amberes y Roma, logrando un título nobiliario en 1504 junto con sus hermanos.
La familia Fugger, dedicada inicialmente al negocio textil, para 1470 se habían convertido ya en comerciantes internacionales. A principios del siglo XVI, los Fugger eran una potente compañía en el mundo de la minería, las especias, las propiedades inmobiliarias, las gemas y el comercio en general. Esa diversificación de sus inversiones resultó ser una buena medida para evitar súbitas bancarrotas. Jacobo Fugger II el Rico, tercer hijo de Jacobo el Viejo y hermano de Ulrich, fue el miembro más importante de la saga Fugger. Bajo su dirección la familia alcanzó su apogeo. Favoreció el desarrollo del arte y acogió a Alberto Durero.
Hacia 1514, el papa León X encarga a la Banca Fugger la venta de indulgencias para financiar la construcción de la Basílica de San Pedro. Dicha decisión fue uno de los detonantes de la reforma encabezada por Martín Lutero. Esta transacción, entre tantas otras, fue la causa de su enfrentamiento con los Medicis de Florencia, con quienes se disputaban el favor del papa.
En 1519 Jacobo financió la elección de Carlos I de España como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con medio millón de florines, que debía recuperar con las rentas del Maestrazgo, la plata de Guadalcanal, en Sevilla, y el mercurio de Almadén. Jacobo murió sin herederos directos seis años más tarde, legando a sus sobrinos Georg Raymund (1489-1535) y Antón (1494-1560), quienes consiguieron el derecho de fabricación de moneda, bajo la dirección del segundo. En 1511, Jacobo destinó la importante suma de 15.000 florines como una donación para algunos asilos. En 1514, él compró gran cantidad de partes de Augsburgo y en 1516 llegó a un acuerdo con la ciudad que él podría construir y mantener varios asilos para ciudadanos necesitados. Por 1523, 52 asilos habían sido construidos, y el Fuggerei nació. El sucesor de Jacobo fue su sobrino Antón Fugger, nacido en 1493 e hijo de su hermano mayor Georg. Antón se convirtió en el prestamista oficial del rey Carlos I de España, y después de su hijo Felipe II. Apoyó la elección imperial de Fernando I en 1530. Fue una de las fuentes de financiación de la Contrarreforma, y a cambio se benefició de los cargamentos de oro y plata procedentes de América. Obtuvo concesiones comerciales en Venezuela (al igual que los Welser), Chile, Perú y Rusia. El tráfico de especias le produjo grandes dividendos, y no desdeñó la trata, la ganadería en Hungría y la minería en Escandinavia. A mediados de ese siglo, Antón Fugger era el hombre más adinerado del mundo, con una fortuna que superaba los 5 millones de florines. La bancarrota de 1557 les hizo perder inicialmente 4 millones de florines, finalmente saldados con una pérdida del 40 %. Con el hundimiento de la economía de la corona española, la familia cayó en quiebra. El último miembro, Markus (1529- 1597), hijo de Antón, continuó con el negocio familiar, pero nunca alcanzó el esplendor de los años dorados. En 1607 quebró la banca Fugger y poco después el resto de la empresa. A finales del siglo XVII, los miembros del clan se retiraron de las finanzas y pasaron a llevar una vida aristocrática de propietarios latifundistas.
Blasones de la familia Fugger presiendo la entrada de la iglesia de San Blas.
Puerta lateral de la Iglesia.

A la ciudad de Almagro llegan los Fugger en la primera mitad del siglo XVI, al serles arrendados los Maestrazgos de las Órdenes por Carlos V como pago a sus servicios bancarios, comienzan por estas fechas su mecenazgo. Jacobo Fugger decide reedificar, con la intención de agradecer a la divinidad los beneficios recibidos, la antigua ermita del Salvador, nombre que mantiene hasta el siglo XVIII ya que en la actualidad se conoce como ermita de San Blas. Desempeñaron un papel fundamental en el urbanismo de la ciudad y adquirieron numerosas posesiones de la Orden así como construyeron importantes edificios en la ciudad como el almacén de los Fúcares, destinado en parte a guardar el mercurio que se extraía de las minas de Almacén, y la ermita de San Blas. Situada en el casco antiguo, fue construida para albergar una pequeña congregación de monjes dominicos en los albores de la primera Inquisición, posteriormente fue utilizada como residencia de los representantes de la familia Függer (Fúcares) mientras tuvieron arrendada la mina (1521-1646).

El Almacén de los Fúcares en Almagro es uno de los edificios que mejor representa los principios del manierismo. No se sabe cuando se inicia la construcción, pero debió de realizarse poco después de 1525, año en que Carlos V arrendó la explotación de las minas de Almadén a los Függer, lo que obligó a Jacobo Függer a construir un edificio que sirviera de oficinas y almacén