martes, 6 de mayo de 2008

Río Lozoya, Puente del Arrabal y Muralla de Buitrago. Buitrago de Lozoya.




El Puente del Arrabal, también conocido como Puente Viejo, fue levantado en la edad media sobre el cauce del río Lozoya, que rodea el casco histórico de Buitrago. No existen referencias precisas sobre su fecha de construcción, si bien lo fue a fines del siglo XIV o principios del XV. El puente, que comunica el recinto amurallado con el antiguo arrabal del Andarrío. El ducado del Infantado, al que la villa de Buitrago pertenecía, tenía derechos de pontazgo, un canon fiscal con el que se gravaba a los viandantes, caballerías y ganaderías que lo cruzaban. Por este puente pasa la Cañada Real segoviana, una vía pecuaria de aproximadamente 500 km, que une las actuales provincias de Burgos y Badajoz. Está construido en piedra de granito, combinando mampostería y sillería. Se sostiene sobre un único arco, de medio punto. En su lado septentrional, el puente integra dos contrafuertes, mientras que, en la cara meridional, aparecen adosados unos pequeños arcos, restos de un acueducto que conducía agua potable hasta la villa.





































El río Lozoya es afluente del Jarama, que lo es del Tajo. Este río, que tiene su fuente en el Parque Natural de Peñalara, en la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama, donde se encuentran las máximas cumbres de la región, es el principal abastecedor de agua potable de la provincia. Su agua está considerada como una de las de mayor calidad para el consumo humano de España. Es embalsado hasta en cinco ocasiones a lo largo de su curso, de 91 km. Su principal embalse, el de El Atazar, es también el de mayor capacidad de almacenamiento de agua de la región. Su cuenca coincide con la comarca de la Sierra Norte, que tiene una superficie de 1.265 km². El río forma el Valle del Lozoya, el más extenso de toda la Sierra de Guadarrama, donde se encuentra el municipio de Lozoya, del que toma su nombre. El Lozoya acogió las primeras obras de ingeniería hidráulica del Canal de Isabel II, a mediados del siglo XIX, dirigidas a garantizar el suministro de agua a la ciudad de Madrid, por entonces en plena expansión demográfica. Este río resulta fundamental en el abastecimiento de agua potable no sólo de la capital, sino de toda la Comunidad de Madrid.

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